viernes, 1 de agosto de 2014

Del derecho de defenderse al derecho a exterminar

Siempre le digo a mi hijo que no tiene que pegar a nadie, que sólo si le pegan tiene que responder, porque de lo contrario otro día le sucederá lo mismo. Eso es el derecho a defenderse. Últimamente en las tertulias de aquellos que, por su apoyo incondicional a Mariano y su gobierno, sólo pueden ser denominados como voceros del PP, es habitual escuchar el derecho de un país a defenderse. Parece curioso que muchos de los que ahora apoyan a Israel sean herederos de ese franquismo que tanto simpatizó con el nazismo, con cuyos asesinos colaboró y luego acomodó en nuestro territorio patrio al final de la segunda Guerra Mundial. Pero claro, ahora la guerra es contra los palestinos, y para estos “ultraliberales” el palestino es moro, sospechoso de terrorista y por supuesto, sin ningún derecho para tener tierra o futuro. Y no tiene pasta, claro. Porque con dinero en el bolsillo otro gallo cantaría, y se podría dejar a un lado que recen a Mahoma en vez de a la Virgen del Rocío. Así que apoyan a Israel (que no a los judíos, concepto mucho más amplio), porque son blancos, tienen pasta y, de paso, están en un lugar muy estratégico por si mañana hay que desembarcar en la zona y ponerse a repartir ostias a algún país con media luna.

Ejemplo de como algunos panfletos políticos quieren manipular el asesinato de cuatro menores palestinos a manos del ejército de Israel.

El derecho a defenderse es el comodín de estos personajes. ¿Qué han matado a varios niños en una playa de un bombazo? Es el derecho a defenderse. ¿Qué una escuela salta por los aires? Pues también es el derecho a defenderse. ¿Y un hospital? Pues que te van a contar, lo mismo de la autodefensa. Además, y siempre según esta gentuza, Israel sólo bombardea lugares estratégicos, de forma precisa, como el bisturí de un doctor. Como haría Mengele, se me ocurre pensar. Y además, en el colmo de la buena voluntad del ejercito de David, avisan antes, con lo que los que mueren poco menos que parece ser que se lo han buscado. Por lo tanto hay que pensar que los niños muertos junto a sus padres, aunque fueron bien avisados, quisieron quedarse en su casa para defender no se sabe el qué. Seguramente también los enfermos del hospital asesinados no quisieron marcharse antes de las bombas porque con el suero que tenían enchufado a sus brazos podían hacer armas de destrucción masiva.

El derecho de la defensa de un país, en el caso de Israel, parece referirse al derecho de exterminar a tu vecino. Pese a la influencia que su lobby tiene a nivel mundial ya nadie decente duda de que lo que está pasando en Gaza es una matanza, una orgía donde la sangre la ponen los civiles palestinos, niños en una gran proporción. Obama, ese presidente con un vergonzoso nobel de la paz y que se enrolla mucho con las cámaras, lo mismo en una hamburguesería que en una cancha de baloncesto, mientras dice que tiene que haber diálogo suministra a sus amiguitos israelíes armas y los apoya incondicionalmente. Europa también calla,  otorga y comercia. Y con las manos manchadas de sangre nuestros políticos de traje almidonado y bolsillos llenos hacen lo posible para que sus compañeros empresarios sigan haciendo los negocietes con quien tiene dinero, Israel. Y es que Palestina sólo da problemas y no es buen lugar para la inversión.




No hay derecho alguno que pueda servirse del asesinato impune de civiles y niños, por mucho que algunos medios se empeñen en buscar y rebuscar. El gobierno de Tel Aviv nos enseña unas armas ahí, unos túneles allá… y en la vuelta de tuerca habitual en estos casos nos quieren hacer ver que los antes habitantes de sus tierras no son mojigatos y que también saben disparar: ¡si hasta ha habido víctimas israelís! Y es por eso que los tanques, aviones y demás pertrechos militares son necesarios y, sobre todo, equitativos. Guernica también necesitó ser bombardeada por la legión Cóndor, que había mucho republicano rebelde.

Que Israel quiere Gaza para sí mismo no es ya ningún secreto. Y claro, puestos a pedir le encantaría que el pueblo palestino se diseminara entre los países limítrofes y así el problema desaparecería. ¿Qué los hijos de David llegaron los últimos? Eso no importa, que para ello son el pueblo elegido de Dios.

Es indudable que la solución a este conflicto no va a venir ahora ni en mucho tiempo, por mucho poderío militar y ningún remilgo que Israel tenga. La única solución posible es la convivencia de los dos pueblos, porque sí que hay gente que quiere esa convivencia, en uno como en otro lado, y porque Israel, pese a quien pese, seguirá existiendo. Pero mientras sus gobernantes y los que los apoyan sean dignos del patíbulo dedicado a los criminales de guerra por las atrocidades que se están cometiendo, el camino no parece fácil. Tampoco para los palestinos, acorralados en sus propias tierras, cada vez más menguadas, que son diariamente controlados, asediados, humillados lo cual lleva, como no podría ser de otra manera, a no elegir siempre el mejor camino.


Pero la solución debe de llegar. No creo que esta tregua que acabo de escuchar sea el final a este nuevo capítulo de la barbarie, aunque todo momento en el que no muere nadie es tiempo ganado, pero quizás algún día pueda hablarse de paz en la tierra llamada por algunos santa y que ahora más bien parece maldita.

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