Que un gobierno que no condena
los 40 años de dictadura franquista ni ayuda a recuperar los cuerpos asesinados
de sus ciudadanos tirados en fosas comunes nos hable de fascismo es, cuanto
menos irónico. Que lo haga para descalificar a todo aquél que pretende cambiar
esta podrida sociedad donde millones de personas no pueden llegar a fin de mes
y donde otros tantos ni siquiera pueden empezar ese mes, ya a uno le cabrea de
lo lindo. Porque hablamos de un gobierno que permite el hambre, que no hace
nada por respetar esa constitución tan alabada en ocasiones donde se tiene
derecho a trabajo y vivienda y que no sólo se queda con los brazos cruzados
sino que fomenta los desahucios. Y ahora además no sólo alenta el trabajo
basura y los citados desahucios a familias sin posibilidades, sino que además hace una
ley mordaza que intentará frenar, en el futuro, cualquier protesta de aquellos
que no nos conformamos con lo que sus voceros escupen en los medios de
desinformación.
Parece que en este tipo de campañas como la que el PP de Madrid lanzó para recopilar información puede ser complementaria a la ley mordaza y, como en la "mejor" Alemania de 1940, animar a los hijos a denunciar a sus padres si ven en ellos actitudes antipatrióticas o, peor aún, antisistema.
Que éstos que están blindando el
estado para su uso y disfrute nos hablen de fascismo no hace ni puta gracia.
Que los mismos que están encarcelando sindicalistas como forma de escarmiento
tachen de nazis a aquellos que luchan contra estas injusticias hiere en lo más
hondo. Porque precisamente estos profesionales de la demagogia son, en unos
casos, los mismos que en los años 70 levantaban el brazo al grito de Arriba
España y, en otros, sus herederos ideológicos. Por cierto, con unos cachorros
en sus juventudes muy afines en algunos casos a hacerse la foto con la bandera
preconstitucional y el brazo derecho levantado. Pero claro, de eso no se habla
y menos aún se penaliza dentro del partido.
Y cómo se va a hacer, si Manuel
Fraga Iribarne, que ocupó durante la dictadura los cargos de ministro de
Información y Turismo, embajador de España ante Reino Unido en 1973 y
vicepresidente para Asuntos del Interior y ministro de Gobernación ya muerto
Franco en 1975, posee (incluso después de muerto) el cargo honorífico de
presidente-fundador del PP. Manuel Fraga, el mismo que acuñó la frase “la calle es mía” y bajo
cuyo cargo ocurrieron los sucesos del 3 de marzo de 1976 en Vitoria que
acabaron con la muerte de cinco personas y más de 150 heridas y del que aún
esperamos responsabilidades. Fraga, el mismo que decía estas grandes palabras: “Es evidente que el glorioso alzamiento popular del 18
de julio de 1936 fue uno de los más simpáticos movimientos político-sociales de
que el mundo tiene memoria. Los observadores imparciales y el historiador
objetivo han de reconocer que la mayor y la mejor parte del país fue la que se
alzó, el 18 de julio, contra un Gobierno ilegal y corrompido, que preparaba la
más siniestra de las revoluciones rojas desde el poder”. Esto,
que no es más que una pequeña muestra de que si realmente hay un partido
político en España heredero del franquismo ese es, sin ninguna duda, el partido
popular, es una muestra de cómo se han hecho de mal las cosas en España, cuya
culpa no sólo es de este partido sino del otro que también ha gobernado y no ha
hecho nada por cambiarlo.
Tener de presidente honorífico a Fraga en el Partido Popular es igual a que si en Alemania existiese un heredero directo del NSDAP tuviera como presidente-fundador honorífico a Goebbels, toda una lección de democracia.
Señores del PP, no por repetir
una y mil veces una mentira se convierte en verdad. Sus mentiras al hablar de
que no ha habido recortes, que no hay pagos en la sanidad o educación, que
tampoco ha habido amnistía fiscal o que no existe emigración forzosa por causas
económicas pueden calar en los cuatro tontos sectarios de sus filas, pero la
población, esa gran mayoría que espera su caída a lo más hondo de las cloacas,
todos esos, no somos jilipollas. Cada día esa mierda epistolar que pretenden
vendernos cuela menos, su pasado está claro, y pasar de la extrema derecha al
centro es una dura travesía que ni ustedes mismos se creen. Apechuguen con él.
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