Tras el asesinato en 1942 del
teniente general, jefe de la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich) y
protector de Bohemia y Moravia Reinhard Heydrich, la represión nazi sobre la
población checa fue brutal. La muerte de un solo hombre costó la vida de
cientos de personas asesinadas como castigo a esta operación que acabó con la
vida de uno de los artífices del holocausto: las más de 300 personas que habitaban
el pueblo de Lídice incluidos mujeres y niños fueron asesinados y el pueblo
hecho desaparecer hasta sus cimientos. Y no acabó aquí la represión: más de mil
personas fueron asesinadas entre interrogatorios, venganzas y represión por la
muerte de Heydrich.
72 años después estamos viendo un
ejemplo de represión masiva muy similar, esta vez, maldita ironía, en
Palestina, a cargo de los israelís. El asesinato de tres jóvenes de esta
nacionalidad a mediados de junio supuestamente por miembros de HAMAS (algo que
la organización ha negado) ha sido la excusa perfecta para que el estado de
Israel haya desatado el terror y la represión a gran escala en los territorios
palestinos. Y así, la venganza endiablada que la historia repite una y otra vez
esta vez vuelve a darse en los territorios ocupados a manos de un gobierno y
sus soldados que, sin apenas pestañear, han asesinado ya a más de 180 personas,
la mayoría de ellos civiles y todos ellos palestinos, claro.
Agencia EFE
Israel, de manera impune, no sólo
criminaliza a un pueblo entero al que además ya tiene sometido, aislado y
marginado en su propia tierra, sino que mediante una absoluta superioridad
militar ejecuta y asesina a todo lo que se le pone por delante. Ninguna muerte
debe de ser justificada, pero menos aún ninguna muerte puede ser la excusa para
una masacre de estas dimensiones permitida, como no, por los socios
estadounidenses y la Europa que cada vez pinta menos en la política
internacional y donde su silencio e inactividad la convierte, nuevamente, en
cómplice de lo que en Tierra Santa
está pasando.
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