"Desde mi tierna edad lo primero que vi fue el sufrimiento. Y si de niño no pude rebelarme fue porque entonces yo era un ser insconsciente. Pero toda aquella vida de inconsciencia dejó grabada en mi memoria las penas de mis abuelos y los dolores de mis padres. ¡Cuántas veces vi llorar a nuestra madre porque no podía darnos el pan que le pedíamos! Y, sin embargo, nuestro padre trabajaba sin descansar un minuto. Si nuestra padre trabajaba, ¿por qué razón no podíamos comer nosotros el pan que necesitábamos? Esa fue la primera pregunta que encontró la respuesta en la injusticia social. Y como hoy, treinta años después, aquella misma injusticia sigue existiendo no veo la razón para que, consciente de ello, yo deje de luchar para abolirla.
Durruti con el nº 1 (y su hermano con el 2) en sus años escolares. Foto Abel Paz.
Luego, no quiero recordaros las fatigas que pasaron nuestros padres hasta que, empezando a ser mayores, y cuando ya podíamos ser útiles a la familia, hubimos de ir a servir a la llamada patria. El primero fue Santiago. Aún recuerdo los llantos de la madre. Pero lo que mayormente quedó grabado en mi memoria fueron las palabras de nuestro enfermo abuelo que, imposibilitado y sentado junto al brasero, se daba puñetazos en las piernas de rabia al ver que su nieto tenía que ir a Marruecos, mientras que los hijos de los ricos compraban al hijo de un trabajador para que ocupara su plaza en África...
¿Os dais cuenta por qué yo seguiré luchando mientras existan esas injusticias sociales?"
Buenaventura Durruti, carta del 31 de octubre de 1931. Extraído del libro de Abel Paz, Durruti en la Revolución Española.
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