lunes, 19 de marzo de 2012

El ministro de interior y su "ninot" de la primavera valenciana

El jueves día 15 el ministro de interior, Jorge Fernández, salía a la palestra para afirmar algo que todos sabíamos: que no iba a abrirse ningún expediente ante las salvajes cargas policiales que hubo en la llamada "primavera valenciana". A nadie extraña esto, claro, pues rara vez se rectifica en esta piel de toro. Algunas consideraciones particulares al respecto:

- Según este señor, la policía actuó con "enorme profesionalidad, soportando en numerosas ocasiones provocaciones y vejaciones que ninguna persona aguantaría". Y digo yo, ¿que soportaron? Ante el vergonzoso vídeo que intentaba demostrar las agresiones a la policía, únicamente se veían insultos a las fuerzas de seguridad y la ocupación de la vía pública. ¿Era eso suficiente para moler a palos a estos chavales y no tan chavales que se agrupaban en esa manifestación? Si la policía cargó de manera salvaje sólo por estas razones... ¿que hubiera pasado entonces si, tal como dice Jorge Fernández, estos profesionales del orden no hubieran aguantado? La policía ni tiene ni tiene que dejar de aguantar, sino actuar según unos protocolos y de forma proporcionada, y eso precisamente es lo que, a juzgar por lo que allí se vivió, no parece que sucediera. 

Se me ocurre que ya las declaraciones del ministro son poco creíbles, al menos podía haber hecho algo de humor para hacer entretenido el asunto. Por ejemplo, ante esta imagen (que su vídeo naturalmente no emitió) podía haber dicho que "poner un pelirrojo en una manifestación es un acto claramente provocativo y que no hay hijo de madre que aguante delante suyo un panocho más de dos minutos sin arrearle un tortazo"

- El vídeo emitido de las supuestas agresiones. Simplemente patético. Más que patético. Y es que señor ministro decir verdades a medias es mentir.  Y se le pilla antes al mentiroso que al cojo. Sólo faltó que nos emitiera el video en blanco y negro y con la voz del NODO del fondo. ¿Cómo se puede poner un video mutilado donde únicamente se vea a unas personas insultando y poco más y decir que eso justifica todo lo que pasó ese día? ¿Como se puede capar de ese modo unas imágenes que todo España ha visto en forma de videos, imágenes, de como la gente es golpeada en muchas ocasiones sin ni siquiera formar parte de esa concentración? A estas alturas querer hacer creíble semejante montaje es simplemente pensar que somos idiotas. 

- El ministro habla de 60 heridos, 21 de ellos policias. Me parece a mi que últimamente en las manifestaciones, presuntamente (y recalco, presuntamente), hay un afán de engrosar la lista de heridos policiales con el claro afán de sobrevalorar el peligro al que estos cuerpos han sido sometidos. Recuerdo la manifestación en Barcelona de los indignados donde se recibió estopa por parte de los de siempre y que también hubo numerosas bajas policiales. Y sin embargo, y como en este caso, no habia NI UNA SÓLA IMAGEN donde se viera un manifestante pegando a un agente de la autoridad. ¿Será que los cámaras de todos los periódicos están compinchados con los peligrosos manifestantes? Hummm, raro raro... Ahora, bien es cierto, que ciertos trabajos manuales con la porra pueden provocar tendiditis y otras lesiones.

Típica lesión en el trabajo, y aquí nos ponemos serios: atrapar a un peligroso chaval de 16 años con esa postura puede provocar lumbalgia. Además, el hecho de hacerlo entre cinco agentes (dos son multitud, cinco ya...) da lugar a confusiones y alguno se puede llevar una colleja que iba para el peque.


- Para terminar esta brillante intervención política el ministro dijo que hubo una sóla carga policial. Pues bien, señor Jorge, esa carga fue muuuuy larga. Y muy violenta. No nos tome por tontos. 

Mientras los políticos (sean del color que sean, que en el caso del gobierno se resume por el bipartidimos PPSOE) y sus simpatizantes (fanatizantes) no sepan reconocer los errores propios este país será siempre el coladero de mezquindad al que tan acostumbrados estamos. Y es que estoy hasta los hue harto de que se repita una y otra vez lo mismo: negar lo obvio, cuando más fácil sería entonar el mea culpa. 

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