No es de hace unos días que la
capital del reino huele a podredumbre. Ahora que la basura campa a sus anchas y
la mierda desborda las calles es más evidente, pero esto no viene de dos
semanas hacia acá. La huelga de limpieza en Madrid parece que tiene los días
contados después de la negociación hasta última hora de esta noche pasada. Los
trabajadores son los primeros conscientes en que esta huelga puede acabar, en
efecto, en un problema de salud pública. A nadie agrada la suciedad, la porquería,
y eso es lo que llevamos aguantando mucho tiempo los ciudadanos de este país:
la basura en las instituciones, que rebosa y escupe por los poros una mugre que
nos salpica y no podemos quitarnos.
No, claro que deseamos las
calles limpias. Los que nos quieren someter gobernar nos quieren poner
en contra de los trabajadores: de ellos es la culpa. Porque si su trabajo es
recoger la basura y están en huelga, ¿quién va a ser el culpable si no ellos?
Llevamos tiempo asistiendo a la contralucha desde el poder. Como quintocolumnistas,
intentan ponernos en contra de los que protestan: cuando los médicos se negaron
a una sanidad privatizada, sólo se quejaban por salvar su culo; cuando los
profesores fueron a la huelga, eran porque querían mantener sus privilegios;
cuando se protesta porque no hay ayudas, la culpa es de lo que cobran el paro
porque defraudan y no quieren buscar un jornal.
Desconocemos aún el alcance del
acuerdo al que se ha llegado con la empresa, pero parece que gracias a la lucha
del sector se van a poder mantener los puestos de trabajo. Gracias a la lucha,
y no a la sumisión. Porque cuando los obreros callan y se dejan someter, la
batalla siempre la tienen perdida. Pero cuando la batalla está perdida de
antemano, entonces no hay nada que temer y la lucha puede llevarse hasta sus
últimas consecuencias.
Desde la poltrona del
ayuntamiento, con las piernas encima del escritorio, a la alcaldesa y todos sus
consejeros elegidos a dedo y pagados como nunca se pagará a uno de los obreros
en huelga, todo se mide en popularidad. A la señora Botella le importa un bledo
si los obreros cobran 600 o 1000 euros, si trabajan mil o si echan a 700. Ella
quiere que se acabe la huelga porque una vez más ha quedado como una
incompetente (no vamos a recordar ahora el caso tan flagrante como el del
Madrid Arena), en España y en Europa. La imagen del “café relax” es ahora la de
la “basura relax”, y siempre tiene a la misma protagonista, esa alcaldesa que
nunca fue elegida por sus conciudadanos. Y precisamente ella y toda su cohorte
son los principales culpables de esta huelga y, en definitiva, de esta posible
tragedia laboral que puede que al final no llegue a tanto.
Son ellos, nuestros políticos, los que dejando en manos de empresas privadas servicios
que deberían de ser públicos venden al mejor postor cada ámbito de nuestras
vidas: la limpieza, la sanidad, la educación… y lo venden por el mejor precio,
sin importarles que detrás de las rebajas que las macro empresas licitan hay
despidos, salarios infames y conculcación de derechos laborales. En este caso
fue ella, Ana Botella, y sus acólitos los culpables de que 800 obreros estén
con un pié en la calle, porque cuando vendieron al mejor postor estos servicios
sólo les preocupó el precio, sin obligar a la empresa adjudicataria a mantener un
mínimo de dignidad en los contratos con sus trabajadores.
Y es la alcaldesa, señora
Botella, y sus fanáticos seguidores, los culpables de querer verter esa mierda
que no se quiere recoger sobre los currantes de la limpieza, acusándolos de
sobornar, de chantajear, de querer imponer sobre todos los madrileños una lucha
que sólo es de ellos.
Querida alcaldesa de la capital
del relaxing, sepa usted que los ciudadanos no son tontos. Bueno, rectifico,
hay algunos que no son tontos sino idiotas de remate, bobos al cuadrado, pero
la mayoría sabe que pasa en esta ciudad y en el resto del Estado. Y saben que
los que patrocinan estas injusticias laborales no son sólo los holding
empresariales que se dedican a exprimir para sacar el mayor beneficio sea la
actividad que sea, sino también quienes desde las instituciones públicas no
sólo les pagan sino que les dan todas las libertades para que las condiciones
laborales que imponen sean más parecidas a las del siglo XIX que a lo que en el
año 2013 un país supuestamente avanzado merece.
La huelga tiene los días
contados. La basura de traje y corbata, por desgracia, no.
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