jueves, 25 de junio de 2015

Maldita sea

Fotografía: Howard Greenberg

En política como en el peor de los barrizales cada perro lame sus heridas y lo importante no es lo que uno aporta sino lo que puede llevarse, y si es a costa de los demás mucho mejor. La política en España es heredera de las peleas de taberna, de las resacas con olor a tabaco y de tardes zánganas con noches pícaras.

Los políticos son como esa gran borrachera en la que a la mañana siguiente uno no se acuerda de lo que ha hecho o prometido, sólo que nosotros pagamos sus copas, ellos se las beben y somos el pueblo el que se queda con el dolor de cabeza.

Así, ante esta amnesia tenemos un partido gobernante heredero directo de los verdugos que tuvieron bajo la bota este país durante cuarenta años, de una dictadura que nunca han condenado abiertamente porque, seguramente, no lo sientan. Heredero ideológico y heredero, en muchos casos, humano, puesto que muchos fueron los que pasaron de levantar la mano al paso de Franco a agitar la constitución con el mismo fervor.
Ante las victorias de agrupaciones de izquierda en las últimas elecciones municipales vemos como a estos dirigentes se les llena la boca de esputos y malos augurios, como si de profetas venidos de la antigüedad se tratara, y al mejor estilo hispánico bizarro intentarán, qué duda cabe, que estos ayuntamientos fracasen en cualquiera de las aventuras en que se embarquen.


Mientras el pueblo no pueda manifestarse no creemos en esta democracia, que nos compra un voto por el silencio de cuatro años sin que luego haya participación popular posible. No creemos en el sistema, pero dentro de éste, qué duda cabe, los antisistema visten de traje, conducen caros coches y se ríen en nuestras caras vendiéndonos un sistema en el que muchos de ellos nunca creyeron pero que les ha traído pingües beneficios. Maldita sea.

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