sábado, 1 de marzo de 2014

Madrid, botellas y manifestaciones

Que la osadía de este gobierno en querer imponernos la ley de la bota en la cara no tiene medida es harto sabido. Y no hay mejor ejemplo que la ley fascista de seguridad ciudadana que el soldado del OPUS -y de paso ministro de Interior- Jorge Fernández Díaz quiere llevar al Parlamento. Pero claro, es sabido que cuando uno tira la caña y pesca no se conforma con un sólo pez, sino que quiere seguir lanzando y pescando. 

Y esto es lo que les pasa a estos demócratas de nuevo cuño del Partido Popular. A Ana Botella, la amada esposa del expresidente que llevó a este país a una guerra injusta por un motivo falso ("pueden creerme cuando les digo que en Irak hay armas de destrucción masiva", dijo el pájaro), actual alcaldesa de la capital del imperio, parece que le molesta que haya muchas manifestaciones en la Puerta del Sol. No es que le preocupe por qué narices se manifiestan miles de personas en la capital, si es por que no tienen trabajo, casa, no les atienden en los hospitales o les acaban de dar una patada en el culo en el trabajo mientras sus empresas se enriquecen más cada año. No, a la señora Botella lo que le indigna es que cuando ella y sus colegas van a tomarse unos crianzas a Sol tenga que esquivar al populacho con plásticos reivindicativos mientras no puede oir a sus amigas hablar del último bolso Gucci que han comprado por los gritos de protesta. 

 Visión idílica del PP de la Puerta del Sol. Aunque podemos ver pocas personas todas llevan la cartera bien llena. Los pobres y los manifestantes han sido eliminados de la foto con Photoshop.

Y es que este gobierno y sus militantes son muy dados a ir anunciando la tempestad poco a poco para que cuando nos caiga el chaparrón no podamos decir que no estábamos avisados. Veremos en qué queda la ley mordaza, criticada por toda persona de bien y con sentido común, pero parece ser que esto de prohibir las manifestaciones en Puerta del Sol puede ir a rebufo de lo que pretende la ley de Jorge Fernández, esto es, imponer multas millonarias (que sólo estos comisarios políticos podrían pagar) por alteraciones del órden público en edificios de interes "histórico-artístico". O dicho de otra manera, lo que quieren es blindar iglesias y catedrales para que no le saquen los colores a los cuervos más reaccionarios de la jerarquía católica. No se podía esperar otra cosa del OPUS.

La Botella nos quieren vender la moto como ya es costumbre en este gobierno. Así, no sería cosa de prohibir las manifestaciones, ¡mal pensados!. La cuestión sería "moderar" las concentraciones, "modularlas"... y por supuesto, no es porque no haya manifestaciones sino porque a los comerciantes les hace mucho daño que la gente vaya a mostrar sus penas a la calle donde luego van a tomarse unas tapitas los japoneses, los alemanes y dios bendito. 

El derecho a tomarse unas bravas en Puerta del Sol es para este gobierno sagrado. Y está por encima del derecho a manifestarse (presente en ese folleto propagándistico que tanto les gusta mencionar, la Constitución) y, por supuesto, por encima de los derechos a una vivienda digna, a un trabajo.. y en definitiva a la dignidad.


La sierra de Guadarrama puede ser un buen enclave donde obligar a la ciudadanía a realizar las manifestaciones: ambiente natural, buen oxígeno y no se molesta a ningún turista.

Las democracias occidentales en un intento de salvaguardar su culo ante las masas decidieron regular el derecho a manifestación. Pero el grito y la protesta es algo innato a dignidad. Frente a las prohibiciones, multas y cárceles con las que este gobierno (y otros, antes que éste) quiere imponer su fuerza, al ciudadano sólo le queda contraatacar, el eterno circuito de la acción-reacción. 

Ahora la Botella se queja de Plaza del Sol. Mañana, otro jerifalte dirá que Gran Vía no puede soportar tanta protesta. Y en un futuro no muy lejano plantearán crear una plaza en medio de la Sierra de Madrid para que nadie sea molestado por los gritos de los importunos manifestantes. De ahí a crear un campo de concentracíon para la higiene política no hay mucho trecho. Por eso seguiremos protestando. En todas las calles, plazas y ciudades en las que sea necesario. Ninguna botella nos lo impedirá.

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