miércoles, 8 de febrero de 2012

El asalto de Novo-Georgievsk y la prensa


En Junio de 1915 el frente oriental estaba, en contraste con el occidental, moviéndose de forma rápida. Frente a las trincheras y guerra estática, en este frente el ejército alemán comenzó una ofensiva que iba a arrebatar todo el terreno que el ejército ruso había conseguido en los meses anteriores. En agosto del mismo año el ejército alemán entra en Varsovia y, según van avanzando al este de esta ciudad, el ejército ruso va retrocediendo, quedando para frenar el empuje alemán únicamente el fuerte de NOVO-GEORGIEVSK, una fortaleza ubicada al noroeste de Varsovia, que acaba cayendo en manos alemanas. 80.000 hombres fueron dispuestos para el asedio, al mando del General Von Beseler, el comandante alemán que había tomado Amberes en 1914. El sitio de Novo-Georgievsk será considerado como la última defensa de este tipo (digamos, a “la antigua usanza”) de una plaza fortificada.

El General Von Beseler, al mando de las tropas alemanas que asaltaron la fortaleza y con cara de pocos amigos.
Fotografía: heimatsammlung.de 

Los periódicos de la época se harán eco de esta noticia. A continuación traduzco una noticia aparecida en el periódico “The Argus”, australiano, contada por el corresponsal del periódico “Ruskoe Slovo”, describiendo el asalto de las tropas germanas en los últimos días de agosto (perdón por mi inglés si la traducción no es del todo exacta). La derrota de Novo-Georgievsk es dada la vuelta y contada como si de una victoria ante el ejército alemán se tratara.  Un relato que, aunque interesado, muestra las masacres de la Gran Guerra y como los medios de información cobraron gran importancia a la hora de transmitir las noticias que del frente venían. Derrotas épicas que, si bien no podían ser calladas, al menos siempre se podían maquillar. Exactamente igual que en la actualidad:

“Se busca otro Vereschagin para pintar los cuadros de esta guerra Ruso-Germana. Podría trasladar esta escena al lienzo: el campo de batalla está lleno de polvo –un polvo que no está formado del polvo de las balas explotadas sino un polvo que se levanta de los cuerpos humanos bajo la conmoción de la caída de cientos de misiles. En una parte del campo los triunfantes germanos vienen en masivas columnas, matando cientos de nuestros heridos según avanzan; en otra dirección un puñado de nuestros soldados, heridos, pero aún con fuerzas para caminar con esfuerzo, se levantan haciéndose el signo de la cruz, con una mirada de resolución en sus caras. Todos mueren, en el cumplimiento de su deber. Pero ahora nuestro turno está llegando. Los defensores de Novo-Georgievsk disputaron cada centímetro de tierra fortificada. Habían estado esperando tranquilamente su turno. Nuestras fuerzas están armadas aquí con cañones de 10 y 12 y las reservas de munición son abundantes, aunque los defensores saben que los días de la fortaleza están contados y que no habría necesidad de esperar los proyectiles. En consecuencia las armas fueron disparadas día y noche, algunos de ellos lanzaron más de 1.500 proyectiles hasta que explosionaron cuando ya estaban muy calientes.

El objetivo de nuestros tiradores fue muy preciso. Durante el asalto los alemanes siempre vinieron en formación cerrada, a pesar de que estaban a una milla de los cañones de la fortaleza. Dentro de la mitad de estas masas de gente explotaron nuestros proyectiles, los cuales convirtieron compañías enteras en meros fragmentos de carne y huesos. Nuestros observadores, viendo el ataque alemán, dijeron que el campo era como una gran piel apolillada golpeada por un palo en un día de viento. Con cada explosión una nube de restos humanos se elevaba en el aire.

Incluso la férrea disciplina de los alemanes se redujo ante la prueba de atacar en un huracán de fuego, y en Novo-Georgievsk las tropas que atacaban estaban bebidas antes de ordenar continuar hacia adelante. Ninguno de los germanos que fue capturado durante los asaltos (que se rechazaron) fue encontrado sobrio. (...)

Día y noche, como locos, los alemanes vinieron como olas contra una fuerte roca. Como olas eran lanzadas nuevas líneas de hombres. Esas, de nuevo, eran repelidas, pero acompañadas de coros de gritos salvajes nuevas olas volvían a mandarse. Los alemanes atacaron sin parar durante 24 horas contra un grupo de nuestras fortificaciones. No sólo nuestros hombres, también nuestros cañones empezaron a cansarse. Nuestros tiradores se desmayaban por el exceso de fatiga. Los cañones, al rojo vivo, explotaban bajo sus propios tiros. Varias veces fuimos obligados a renovar la provisión de armas y traer más hombres a las baterías, pero los alemanes deprisa volvían a atacar. Algunos de los enemigos que lograron acercarse a nosotros se lanzaron con las bayonetas caladas en sus fusiles, y con insultos gritaban: ¡Dadnos Novo-Georgievsk! Iros a casa. Vamos. ¡Dadnos Novo-Georgievsk!

Botín de piezas de artillería tras la caída del bastión
Fotografía: allworldwars

Cuando llegó el alba a la mañana siguiente los hombres se miraron en el campo de batalla. Una extensión de tierra de 5 millas por milla y media estaba cubierta con una gruesa capa de muertos. Los alemanes eran olas humanas congeladas por la muerte. Sobre esta cubierta gris alemana marcharon nuevas e interminables nuevas columnas de enemigos (...). En las grandes distancias los alemanes caían por nuestras balas, según se acercaban a la fortaleza caían bajo nuestras ametralladoras. Fila tras fila los hombres caían y los muertos se acumulaban en masas mientras nuevas columnas presionaban desde atrás. Los recién llegados ascendían las lomas de cuerpos muertos y caían después de que pudieran avanzar unos pocos pasos. Pero llegaban más y más alemanes y algunas filas de muertos se alzaban como si aún estuvieran vivos. En los intervalos de los ataques nuestros oficiales, mirando con sus binoculares, resaltaban con horror “esos muertos son más terribles que cuando vivían”.

Cuando los alemanes, a pesar de los sacrificios en el camino, llegaron a nuestras ametralladoras, sus soldados se abalanzaron sobre las armas de fuego y sus cuerpos literalmente atragantaron la acción de esas terribles máquinas de guerra. Luego con las bayonetas volvieron a atacar. Los alemanes borrachos barrieron las trincheras en grupos, cayendo como una avalancha sobre los defensores. Locos como estaban, mordieron las caras de los soldados rusos. Nuestros hombres, enfurecidos, gritaron a los invasores: “Iros a casa, alemanes. Es posible que ganéis al final, pero nos recordaréis siempre. Novo-Georgievsk os costará más que un kopeck”(...).

Cuando el conocido pintor ruso Irensonsky fue preguntado sobre el precio de uno de sus cuadros, respondió, “la cantidad habitual”. El precio era determinado por el comprador que ponía en el lienzo rublos hasta tapar la pintura. En el mismo sentido los defensores de Novo-Georgievsk calcularon el precio de la fortaleza con las muertes alemanas. Así fue como la captura de Novo-Georgievsk no causó alegría en Alemania”.

(The Argus, Melbourne, 11 de noviembre de 1915).

Tras la lectura del relato de este corresponsal, uno se sorprende si descubre que las fuerzas alemanas sí, eran numerosas (80.000 hombres), pero que también lo eran, y mucho, las rusas (contando que fueron tomados como prisioneros 90.000 rusos su número debió de ser sustancialmente mayor). Entre esos prisioneros había además 30 generales y numerosa artillería (700 piezas), fueron tomadas como botín.  

Pero es que la prensa, señoras y señores, es así.

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