En Junio de 1915 el frente
oriental estaba, en contraste con el occidental, moviéndose de forma rápida.
Frente a las trincheras y guerra estática, en este frente el ejército alemán
comenzó una ofensiva que iba a arrebatar todo el terreno que el ejército ruso
había conseguido en los meses anteriores. En agosto del mismo año el ejército
alemán entra en Varsovia y, según van avanzando al este de esta ciudad, el
ejército ruso va retrocediendo, quedando para frenar el empuje alemán
únicamente el fuerte de NOVO-GEORGIEVSK, una fortaleza ubicada al noroeste de
Varsovia, que acaba cayendo en manos alemanas. 80.000 hombres fueron dispuestos
para el asedio, al mando del General Von Beseler, el comandante alemán que
había tomado Amberes en 1914. El sitio de Novo-Georgievsk será considerado como
la última defensa de este tipo (digamos, a “la antigua usanza”) de una plaza
fortificada.
El General Von Beseler, al mando de las tropas alemanas que asaltaron la fortaleza y con cara de pocos amigos.
Fotografía: heimatsammlung.de
Los periódicos de la época se
harán eco de esta noticia. A continuación traduzco una noticia aparecida en el
periódico “The Argus”, australiano, contada por el corresponsal del periódico
“Ruskoe Slovo”, describiendo el asalto de las tropas germanas en los últimos
días de agosto (perdón por mi inglés si la traducción no es del todo exacta). La
derrota de Novo-Georgievsk es dada la vuelta y contada como si de una victoria
ante el ejército alemán se tratara. Un
relato que, aunque interesado, muestra las masacres de la Gran Guerra y como
los medios de información cobraron gran importancia a la hora de transmitir las
noticias que del frente venían. Derrotas épicas que, si bien no podían ser
calladas, al menos siempre se podían maquillar. Exactamente igual que en la
actualidad:
“Se busca otro Vereschagin para
pintar los cuadros de esta guerra Ruso-Germana. Podría trasladar esta escena al
lienzo: el campo de batalla está lleno de polvo –un polvo que no está formado
del polvo de las balas explotadas sino un polvo que se levanta de los cuerpos
humanos bajo la conmoción de la caída de cientos de misiles. En una parte del
campo los triunfantes germanos vienen en masivas columnas, matando cientos de
nuestros heridos según avanzan; en otra dirección un puñado de nuestros
soldados, heridos, pero aún con fuerzas para caminar con esfuerzo, se levantan
haciéndose el signo de la cruz, con una mirada de resolución en sus caras. Todos
mueren, en el cumplimiento de su deber. Pero ahora nuestro turno está llegando.
Los defensores de Novo-Georgievsk disputaron cada centímetro de tierra
fortificada. Habían estado esperando tranquilamente su turno. Nuestras fuerzas
están armadas aquí con cañones de 10 y 12 y las reservas de munición son
abundantes, aunque los defensores saben que los días de la fortaleza están
contados y que no habría necesidad de esperar los proyectiles. En consecuencia
las armas fueron disparadas día y noche, algunos de ellos lanzaron más de 1.500
proyectiles hasta que explosionaron cuando ya estaban muy calientes.
El objetivo de nuestros tiradores
fue muy preciso. Durante el asalto los alemanes siempre vinieron en formación
cerrada, a pesar de que estaban a una milla de los cañones de la fortaleza. Dentro
de la mitad de estas masas de gente explotaron nuestros proyectiles, los cuales
convirtieron compañías enteras en meros fragmentos de carne y huesos. Nuestros
observadores, viendo el ataque alemán, dijeron que el campo era como una gran
piel apolillada golpeada por un palo en un día de viento. Con cada explosión
una nube de restos humanos se elevaba en el aire.
Incluso la férrea disciplina de
los alemanes se redujo ante la prueba de atacar en un huracán de fuego, y en
Novo-Georgievsk las tropas que atacaban estaban bebidas antes de ordenar
continuar hacia adelante. Ninguno de los germanos que fue capturado durante los
asaltos (que se rechazaron) fue encontrado sobrio. (...)
Día y noche, como locos, los
alemanes vinieron como olas contra una fuerte roca. Como olas eran lanzadas
nuevas líneas de hombres. Esas, de nuevo, eran repelidas, pero acompañadas de
coros de gritos salvajes nuevas olas volvían a mandarse. Los alemanes atacaron
sin parar durante 24 horas contra un grupo de nuestras fortificaciones. No sólo
nuestros hombres, también nuestros cañones empezaron a cansarse. Nuestros
tiradores se desmayaban por el exceso de fatiga. Los cañones, al rojo vivo,
explotaban bajo sus propios tiros. Varias veces fuimos obligados a renovar la
provisión de armas y traer más hombres a las baterías, pero los alemanes
deprisa volvían a atacar. Algunos de los enemigos que lograron acercarse a
nosotros se lanzaron con las bayonetas caladas en sus fusiles, y con insultos
gritaban: ¡Dadnos Novo-Georgievsk! Iros a casa. Vamos. ¡Dadnos Novo-Georgievsk!
Botín de piezas de artillería tras la caída del bastión
Fotografía: allworldwars
Fotografía: allworldwars
Cuando llegó el alba a la mañana
siguiente los hombres se miraron en el campo de batalla. Una extensión de
tierra de 5 millas por milla y media estaba cubierta con una gruesa capa de
muertos. Los alemanes eran olas humanas congeladas por la muerte. Sobre esta
cubierta gris alemana marcharon nuevas e interminables nuevas columnas de
enemigos (...). En las grandes distancias los alemanes caían por nuestras
balas, según se acercaban a la fortaleza caían bajo nuestras ametralladoras.
Fila tras fila los hombres caían y los muertos se acumulaban en masas mientras
nuevas columnas presionaban desde atrás. Los recién llegados ascendían las
lomas de cuerpos muertos y caían después de que pudieran avanzar unos pocos
pasos. Pero llegaban más y más alemanes y algunas filas de muertos se alzaban
como si aún estuvieran vivos. En los intervalos de los ataques nuestros
oficiales, mirando con sus binoculares, resaltaban con horror “esos muertos son
más terribles que cuando vivían”.
Cuando los alemanes, a pesar de
los sacrificios en el camino, llegaron a nuestras ametralladoras, sus soldados
se abalanzaron sobre las armas de fuego y sus cuerpos literalmente atragantaron
la acción de esas terribles máquinas de guerra. Luego con las bayonetas volvieron
a atacar. Los alemanes borrachos barrieron las trincheras en grupos, cayendo
como una avalancha sobre los defensores. Locos como estaban, mordieron las
caras de los soldados rusos. Nuestros hombres, enfurecidos, gritaron a los
invasores: “Iros a casa, alemanes. Es posible que ganéis al final, pero nos
recordaréis siempre. Novo-Georgievsk os costará más que un kopeck”(...).
Cuando el conocido pintor ruso
Irensonsky fue preguntado sobre el precio de uno de sus cuadros, respondió, “la
cantidad habitual”. El precio era determinado por el comprador que ponía en el
lienzo rublos hasta tapar la pintura. En el mismo sentido los defensores de
Novo-Georgievsk calcularon el precio de la fortaleza con las muertes alemanas.
Así fue como la captura de Novo-Georgievsk no causó alegría en Alemania”.
(The Argus, Melbourne, 11 de
noviembre de 1915).
Tras la lectura del relato de este corresponsal,
uno se sorprende si descubre que las fuerzas alemanas sí, eran numerosas
(80.000 hombres), pero que también lo eran, y mucho, las rusas (contando que
fueron tomados como prisioneros 90.000 rusos su número debió de ser
sustancialmente mayor). Entre esos prisioneros había además 30 generales y
numerosa artillería (700 piezas), fueron tomadas como botín.
Pero es que la prensa, señoras y
señores, es así.
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