Hoy sábado la infanta por la
gracia de Dios testifica como imputada por el caso Nóos. Un caso único en la historia española, y no
sólo porque un miembro de la casa real tenga que declarar, que ya de por sí lo
haría único. Hasta ahora los reyes, reinas, infantas y demás familia pasaban
por la vida como los dueños (como los
reyes) de las tierras y de los habitantes de sus territorios. Tras años de teórico progreso y tras ver como
algunas cabezas se separaban de los cuerpos de algunos monarcas la realeza ha sabido
adaptarse para continuar manteniendo su status o, lo que es lo mismo, seguir
viviendo de puta madre por el mero hecho de una sucesión de polvos reales.
La Revolución Francesa culminó su obra decapitando a Luis XVI. El monarca nunca más volvería a perder la cabeza.
Sin duda alguna el ejemplo
español es un ejemplo de superación “realístico”. De este país varias veces se
ha echado a sus monarcas, pero de nuevo han vuelto a sentar sus culos en las
poltronas, bien mediante negociación, bien mediante las armas. Cuando se
instauró la II República parecía que el asunto borbón iba a poder olvidarse
para siempre. El golpe militar y posterior dictadura acabó con los sueños y la
vida de mucha gente, que esperaba a que el militar enano y con voz de niña
acomplejada palmara rápido para poder reinstaurar la República. Pero el enano
cabrón resultó ser más listo de lo que se esperaba, tanto que aguantó en el
poder 40 años y alimentó a una recua fascistoide que medró gracias a él y
adquirió enormes fortunas e influencias.
Y cuando Franco murió (por
desgracia en la cama y no tras un juicio sumario) y todos pensábamos que la
época de justicia y libertad iba a empezar nos vendieron la transición. A
efectos prácticos podemos decir que la transición es como si te toca la
primitiva y en vez de darte los 10 millones de euros que te corresponden te
dejan un sobrecito con mil pavos. Pues vale, mejor mil euros que nada, pero no
es lo que te corresponde.
Algo así es la tantas veces
escuchada transición: os dejamos votar cada cuatro años pero hacemos una ley de
punto final, dejamos que toda la escoria colaboradora del régimen franquista no
sólo no sea juzgada sino que pueda seguir participando en política (como el
culpable de los asesinatos del 3 de marzo de 1976, Fraga) y, como guinda, os
metemos por donde amargan los pepinos la corona real.
Juan Carlos firmando su aceptación como sucesor de Franco
Y así tenemos ahora lo que
tenemos. Aceptar las migajas de la transición para evitar las ostias de los
militares hizo que tragáramos carros y carretas. Y no sólo eso. Casi cuarenta
años después la institución se mantiene, gracias a la derecha golpista y a la
izquierda traidora, que a lo más que ha llegado tras 25 de gobierno es a una
ley de memoria histórica tan vergonzosa que no llega ni a cumplirse.
Ahora vemos a la infanta ir a
declarar en medio de un despliegue multimillonario de seguridad. Algunos dicen
que esta es la grandeza de nuestra democracia. A mí me parece que esto demuestra
lo patéticas que son nuestras instituciones. Porque si la infanta declara no es
porque el estado no haya intentado evitarlo: el trato de favor ha sido tan
burdo que hoy en día nadie sabe, por ejemplo, si un fiscal es un abogado o si Mariano
Rajoy tiene dotes adivinatorias para saber que la Cristinita va a salir indemne
de todo esto.
Y así le va al país. Mientras vemos
día a día como muchos se lo han llevado fresco, como los partidos políticos se
financian ilegalmente mientras continúan gobernando, empresarios aliados con
los políticos de turno para aumentar su ganancias y aquí no pasa nada, otros
son echados de sus casas por bancos a los que hemos salvado o esperan en los
pasillos de un hospital a que si hay suerte puedan operarles antes de perder la
pierna.
Mientras a algunos robar millones
no les cuesta nada, otros tienen que pagar 13 años de cárcel por desórdenes
públicos en una acusación que les asemeja al perfil del terrorista más buscado.
Así sucedió con Arkaitz Bellón: 13 años encarcelado en prisiones alejadas más
mil kilómetros de su casa, con las ¾ partes de la condena cumplidas y con el
trato más sumario que a un preso se le pueda dar. El día 5 moría en una
miserable celda en la cárcel de Puerto I de Cádiz, a muchos kilómetros de su
localidad natal, Elorrio, cuando le faltaban unos pocos meses para cumplir
íntegramente su condena. Con 23 años entró en el círculo maldito penitenciario,
con 36 ha salido, por desgracia sin vida.
No, nada de esto es un ejemplo de
la grandeza democrática. La infanta saldrá indemne de todo esto, qué duda cabe,
volverá a su currito en la Caixa, seguirá vistiendo ropa cara y continuará
yendo a galas en representación de España y pagada por todos nosotros. Los
acusados por la financiación ilegal del Partido Popular no pringarán y algún diputado
será indultado y aquí paz y después gloria. No, esto no es grandeza
democrática. Esto es una verdadera mierda.
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