El 10 de noviembre de 1808 la
batalla de Gamonal se saldó con una apabullante derrota de las tropas españolas
a manos del ejército napoleónico, que tras ocupar la ciudad, se dedicó al pillaje
y toda clase de tropelías típicas de las guerras. 200 años han pasado y Gamonal
vuelve a arder, esta vez por la indignación de un barrio entero que se opone a
unas obras que el ayuntamiento quiere meter con calzador y que los habitantes
no quieren tragar porque sí.
Cuando ayer vi a un representante
del gobierno burgalés hablando de que los vecinos querían romper las normas de
convivencia y todas esas soplapolleces no pude sentir sino repugnancia, la
misma que siento cuando ciertas líneas editoriales de algunos
periódicos-fanzines políticos intentan confundir y difamar hablando de si hay
gente de fuera en las “algaradas”, que si son grupos violentos organizados… A todos estos voceros del poder
habría que decirles que no hay más violencia que la que ejercen las
instituciones que, amparándose en unas elecciones cada cuatro años, influyen en
la vida de las personas con políticas que esos hombres y mujeres no quieren
pero que se les impone a fuerza de constitución y policía.
Adivinanza: en esta imagen SÍ que hay personas que no son del barrio de Gamonal. ¿Sabrías decir quiénes son? (Foto Telecinco)
Y esta es la verdadera cuestión:
que no se cree en la ciudadanía y no se le quiere dar voto ni poder de
elección. No vamos a entrar en los entresijos de la obra del bulevar, ni de qué
intereses están detrás, que son los de los caciques de la ciudad y los que
entre penas de cárcel abolidas por el gobierno y operaciones inmobiliarias han
hecho engordar cada vez más y más sus carteras. Lo esencial es la lección que
los vecinos de Gamonal y de Burgos están dando en un momento en el que tanto se
necesita que reaccionemos: que con unión y fuerza se pueden cambiar las cosas,
que nos podemos (y debemos) enfrentar al poder que como apisonadora quiere
pasarnos por encima. Porque debemos de ser los dueños de nuestros propios
destinos, y no nos conformamos con votar cada cuatro años. Porque eso no es
democracia, sino memocracia, y por eso nos vamos a rebelar.
Al alcalde de Burgos, como a
muchos otros dirigentes en sus
ciudades, les gustaría que los vecinos hubieran salido con una pancartita,
hubieran gritado durante un cuarto de hora (no muy alto, si puede ser) y acto
seguido se hubieran ido a sus casitas mientras las excavadoras continúan con un
trabajo que nadie quiere. Pero algunos han dicho que ya basta, y que hay que
hacer frente a la fuerza de arriba con la fuerza de abajo, hacerse escuchar e
ir a por todas cueste lo que cueste.
Otro día hablaremos de cómo se
usa el erario público, de cómo mientras nos abrasan a impuestos y nos recortan
lo más elemental como es la sanidad, educación o asistencia algunos prefieren
gastar millonadas en grandes proyectos que enriquecen a unos pocos y privatizan
las calles, que se acaban convirtiendo no en las calles de los vecinos que en
ellas habitan sino en calzadas de escaparate, sólo útiles para las postales
turísticas. Pero eso será otro día. Hoy
sólo queremos quedarnos con la imagen de un pueblo que no ha querido agachar la
cabeza y que pase lo que pase seguirá luchando. La batalla de Gamonal no se
lucha ahora contra los franceses sino contra la politiquería que intenta
engordar a costa de los demás. Todo un ejemplo.
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