Hoy debía de ser un día de fiesta. El día tan esperado, ese en el que una potencial amenaza de muerte se termina: el cierre de la central nuclear de Garoña. Garoña, un monstruo de más de 40 años, que cernía su potencial mortífero sobre más de un millón de personas. Vieja y caduca, pasada de fecha, con más de un problema en su estructura (que por mucho que haya un silencio total acerca de ello no se puede ocultar), cuando esa mole de hormigón y energía atómica haya dejado de respirar será un alivio para todos.
Los sucesivos gobiernos de este país, tras haberle caducado la licencia, le han ido dando más y más permisos de demora para continuar con el negocio nuclear. Y político. Porque en este business los beneficios llegan en forma de billetes de euro y de bienes políticos. Mientras, los diarios políticos se cansan de decir que el cierre de Garoña causará una depresión económica en la zona geográfica en la que se asienta por la pérdida de puestos de trabajo. Sin embargo a menudo ocultan la razón por la que se cierra, esto es, su más que sobrepasada edad de funcionamiento y los peligros que ello pueden ocasionar, peligros irreversibles que conllevaría un problema grave en su funcionamiento. Sin embargo si se quiere hacer populismo hay que olvidar la salud, el futuro, la seguridad y decir que hay unos cientos de puestos de trabajo en peligro, en vez de decir que mantenerla abierta puede poner en peligro cientos de miles de vidas.
Garoña, amenazando las vidas desde hace ya 40 años
Con lo serio que es el futuro laboral de estas personas, que duda cabe, los políticos y empresarios del sector no hacen otra cosa sino jugar. Porque desde el primer año en que se puso en funcionamiento esta mole se sabía que su vida iba a ser limitada, igual que su impacto económico en la zona. Es decir, que era pan para hoy y hambre para mañana. Se dijo por parte de las autoridades numerosas veces que llegado el momento se invertiría para poder colocar a esa población en otros sectores, pero nada se ha hizo. Se volvió a decir lo mismo mientras se daba una moratoria a la vida de la central, pero mientras tanto se siguió sin hacer nada. Y así hasta llegar al día de hoy, donde las eléctricas han sacado el máximo rendimiento al asunto, donde el gobierno del PP que babeaba por continuar con la política nuclear se ve con otra central menos y donde los hombres y mujeres de la zona se quedan sin un futuro porque a los gobernantes nunca les ha importado lo más mínimo.
Esperemos, en cualquier caso, que este cierre se convierta finalmente en definitivo, y que Rajoy y su camada este jueves no aborte por la presión empresarial la aplicación de nuevas tasas fiscales, cargas por las que Nuclenor ha decidido no continuar con la central nuclear. Y es que ya la imagen bucólica del lago con patitos que tanto gustaba enseñar en las visitas a Garoña a niños y ancianos ya no se la cree nadie.
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