Despertar con la noticia de que el gobierno quiere hacer una ley donde sea vetada la grabación de imágenes y sonidos de las actuaciones policiales en las manifestaciones es algo que sobrecoge a cualquiera. De repente, es como si el manto no protector sino asesino del estado se cerniera sobre todos nosotros. Nadie es inocente, todos terroristas, decía una canción, y así va a ser si esta ley llega finalmente a ser real.
Al gobierno le preocupa la transparencia. Si una imagen vale más que mil palabras y el gobierno quiere prohibir estas imágenes es lógico que esta preocupado por sus actuaciones. O las de sus fuerzas de seguridad, que al final es lo mismo. Como los buenos fascismos del siglo XX el Partido Popular quiere acabar con la libertad de información, que al final es a lo que se reduciría esta medida legislativa. Una medida, por cierto, en la que España será pionera en la zona euro. Olé! Viva España y su innovación!
Gracias al PP estas imágenes represivas no volverán a verse... porque no serán grabadas.
Y así, de repente, el ciudadano se ve más desprotegido que nunca. Sobre él se cierne la oscuridad de un estado represivo ante el cual no queda otra cosa que la indefensión. Porque, ante una supuesta agresión injustificada o un exceso policial, ¿qué posibilidad nos queda? No tenemos los números identificativos de los agentes, no tenemos imágenes que muestren lo que ha sucedido... ¿qué queda?.
El gobierno esta acojonado. Acojonado ante la respuesta de la población a sus políticas abusivas. El miedo de los estados, a lo largo de la historia, son el prolegómeno a las mayores barbaridades cometidas por los gobiernos. La política del PP, que aún no ha dado ni mucho menos de sí todo lo que puede en lo que a recortes se refiere, traera tensión social. Y como ya nadie se cree que las actuaciones policiales de los últimos tiempos hayan sido proporcionadas, hay que quitar las imágenes para decir que ahí no ha pasado nada. Ya veo a los tertualianos del régimen babeando de placer, esperando el momento en que alguien denuncie una agresión para preguntar, ¿qué pruebas tiene usted?.
Si el resto de formaciones políticas no pone el grito en el cielo, no se evita por todos los medios que esta ley progrese, la perdida de fé en el parlamento acabara siendo (para aquellos que aún la tengan, que no es mi caso) total en la ciudadanía. Y serán los ciudadanos los que tengan que luchar para cambiarlo, nuevamente, como sujetos politicos, como verdaderos representantes de la soberanía, ante estas medidas que sólo pueden ser calificadas no de neoliberales sino de neofascistas.
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