domingo, 19 de mayo de 2013

Un poco menos indignado




Todos los días suelo tomar un café en el bar Grecia. Me gusta ese lugar, su aire setentero, sus sillas altas y sus cuadros deslucidos de la Hélade. Su toque decadente, la simpatía de Bruno, el camarero y sobre todo su buen café, con leche espumosa, bien caliente, me hacen cliente asiduo por la mañana.

Llego sobre las diez, cuando apenas hay clientes, y me siento siempre en la esquina del fondo, alejado de la entrada, donde se encuentra el revistero con la prensa del día. Enfrente tengo también la televisión, de las de antes, nada de pantalla plana, que suele tener los informativos que se repiten a lo largo del día una y otra vez. No animan mucho, la verdad. En mi situación, en desempleo, sin ninguna ayuda económica por haber sido autónomo y con una edad ya avanzada mis perspectivas laborales son complicadas y, el día a día, costoso. He tenido que volver, a mi edad, con mis padres, a comer y vestirme gracias a ellos, como cuando era pequeño. Así que ver el telediario matutino sólo me recuerda una y otra vez mis propias desgracias, pero aún así sigo leyendo, observando, consciente de que el desconocimiento no sólo no acabará con ellas sino que, posiblemente, las agravará.

Suelo estar sólo al fondo del bar. Bruno me saca la taza negra de café con leche espumosa, humeante, y me la tiende con su habitual sonrisa. Mientras ojeo el periódico abro el azucarillo, y siempre se me cae un poco encima de la barra. Nunca he conseguido dominar la técnica para no derramar nada. Lo vierto en el café y remuevo, y remuevo, muy lentamente, mientras me fijo en los titulares por lo general nada halagüeños.

Doy un sorbo pequeño, me quemo ligeramente los labios, es agradable. Vuelvo a remover, no hace falta, pero es el ritual, el que sigo a diario. Por el rabillo del ojo veo que alguien se pone a mi lado y pide otro café. Bien peinado, polo de esos que tienen un jinete a caballo de gran tamaño y un número enorme, pantalón de marca. Sigo a lo mío. Si algo me gusta de las mañanas es abstraerme de todo, estar a lo mío. 


 En la televisión un desahucio. Otro más. Apartó el diario y me fijo en la caja tonta. Una pareja de ancianos está siendo expulsada. Hay una multitud de vecinos apoyándoles, evitando que la policía llegue hasta el domicilio. Gritos, empujones y comienzan los golpes.

Empieza mi mal humor. Algo habitual, llego tranquilo y me marcho enfadado, asqueado de lo que está pasando y de cómo estamos siendo dirigidos como reses al matadero. Nuevas imágenes, esta vez de una manifestación en el centro de Madrid. Miles de personas contra el desahucio, gritando al gobierno que me recuerda a esos monos que se tapan la boca, las orejas y los ojos.

-           Ya están los de siempre.

Miro de soslayo al acompañante no deseado. Le pongo cara de póker, de no querer conversar, de querer seguir en mi rutina. En la caja boba las pancartas han dado paso a las porras, a las carreras, a los gritos y sirenas.

-         Los rojos siempre dando guerra cuando pierden en las elecciones. Con ZP seguro que estaban en casita los muy...

Me acabo el café. Suelo quedarme unos minutos siempre después de terminar la taza, saboreándolo antes de despedirme, pero ese día no me apetece. El repeinado éste me ha agriado el único ritual placentero que tengo a diario. Dejo el euro veinte en la mesa y me levanto.

-         ... más fuerte les daba yo, a estos vagos hippies, o mejor con una manguera, para ducharlos.

No iba a contestar. No soy muy hablador a las mañanas, me gustar estar sólo yo conmigo mismo, pero ya me ha crispado y calentado la cabeza.

-      ¿Sabe lo que le digo? ¡Que le den por culo, a usted, a los que están ahora en el gobierno y a los que estuvieron antes que ellos!

Me alejo de ahí y dejo al engominado con su boca de dientes perfectos abierta cual buzón de correos. Salgo dando un portazo (ya me disculparé con Bruno mañana) y noto, según voy caminando y la mañana me refresca, que me relajo poco a poco. Recuerdo la cara de pasmado del hombre del bar y poco a poco mi boca muestra una sonrisa. Hay que ver, quién lo iba a decir, esta mañana al final me siento un poco menos indignado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opina lo que quieras, aquí no se censura, sólo se pide educación.