miércoles, 3 de abril de 2013

Cada cual su responsabilidad

El informarte (o mal informarte) hoy en día de lo que acontece a este país en los distintos medios de comunicación es tan sumamente frustrante que, si tienes la costumbre, como en mi caso, de comer mientras miras las noticias en la televisión (o el parte, como se decía antiguamente) puede pasar que se te quite el apetito o, de la mala leche, que el plato se acabe estrellando contra el presentador de turno del telediario.

La sociedad civil está adormecida, y es curioso que lo que hace cien años hubiera provocado un levantamiento de la población hoy en día estalle en varios miles de tweets y varios post (como este) en otros tantos blogs. Quizás una manifestación de varios centenares de personas y, a lo sumo, cinco minutos de dedicación en un debate al uso.

Y es que nos han hecho creer que la culpa de esto es de todos o, mejor dicho, de nadie. De nadie en concreto. Como cuando compras en una tienda. Añoro los días en que, si un comprador resultaba insatisfecho con su compra, podía acudir nuevamente al comercio, hablar con el propietario del mismo y exponerle sus quejas (otra cosa era llegar a un acuerdo, claro). Hoy en día nadie es dueño de esos comercios en los que trabaja ocho o diez horas por un salario de mierda. Salvo los chinos, claro, pero se harán los suecos cuando te quejes de ese bolígrafo que has comprado por un euro y a las dos horas te ha dejado de funcionar.



Ese vacío de "responsabilidad" es lo que hace que, en situaciones límite, la autoría de esos hechos se diluya de tal manera que uno no sepa a quien acudir. Nadie duda de que nuestros gobernantes (los que están y los que han estado) son los principales actores de esta película, los verdaderos protagonistas de este "asalto al tren". Pero si en Blade Runner sólo hubiera actuado Harrison Ford nunca hubiera sido Blade Runner. Se necesitan más actores para filmar cualquier película, se necesitan más culpables que el gobierno para muchas de las situaciones que vivimos (sufrimos) hoy en día.

Un ejemplo claro son los desahucios. Por supuesto hay unos culpables flagrantes de esta injusticia: el gobierno y sus legisladores, pero también otros actores secundarios que hacen posible sacar a las personas de sus casas a patadas para entregárselas a unos bancos que nosotros hemos salvado: agentes judiciales, secretarias, cerrajeros, policías... todos ellos indispensables para que esta película bochornosa pueda llevarse a cabo, y todos con una responsabilidad en su filmación. 


Fotografía: Fotogracción

En el epílogo de la obra "Los hermanos Himmler", de Katin Himmler, Michael Wildt nos habla sobre un estudio sobre el exterminio de los judíos europeos como proceso burocrático, escrito por Raul Hilberg, y que expone un punto de vista muy interesante al respecto: "el burócrata, presente en toda institución social y organizador del asesinato por decreto y desde su mesa de trabajo, se convertía en el tipo de autor criminal por excelencia. Un sujeto que se limitaba a su particular parcela del trámite, que recibía encargos circunscritos a esta y los ejecutaba correcta y concienzudamente sin sentirse responsable del conjunto: esa imagen no sólo correspondía a las justificaciones ofrecidas por numerosos criminales sino también a la experiencia cotidiana de una sociedad moderna, burocratizada y caracterizada por la división del trabajo".

Así, todo se resume a: yo ejecuto esta órden porque es mi trabajo, yo abro esta cerradura porque me dedico a ello, yo echo a estos ancianos a porrazos si es necesario porque así me lo ordenan... en definitiva, yo hago mi trabajo aunque eso sí, me dan mucha pena estas personas y me encantaría que no pasaran lo que estan pasando.

Vivimos en una sociedad en la que los protagonistas no pagan por su culpabilidad (sea ésta del grado que sea) y, lo que es peor, no quieren aparecer ante nuestros ojos como culpables o, al menos cómplices, del espectáculo al que día a día el restos de los mortales nos tenemos que enfrentar. Cuando cada palo aguante su vela, cuando cada uno asuma su responsabilidad en este genocidio social, ético y cultural, sólo entonces viviremos en un lugar un poco más justo.

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