viernes, 6 de julio de 2012

Desembarco de Normandía. 6 de junio de 1944.

Muchos sufrían terriblemente a causa del mareo, mientras las lanchas de fondo plano cabeceaban subiendo y bajando entre las olas de más de metro y medio. "Podíamos observar", escribía un soldado, "cómo las otras lanchas se hundían y volvían a aparecer en medio de las olas". Al mirar a su alrededor, comprobó que "el cielo y el mar y los barcos, todo era de color plomizo". 




Empapados por las salpicaduras, todos los soldados, tanto británicos como americanos, no tardaron en lamentar haber tomado el "opíparo desayuno del condenado a muerte". Muchos "empezaron a devolver los pedazos de carne enlatada" de sus bocadillos". Las bolsas para el mareo empapadas de agua se llenaban rápidamente y se romían, por lo que algunos decidieron vomitar en los cascos, que luego enjuaban sacándolos simplemente por la borda cuando pasaba una ola. El observador avanzado de la Marina Real británica asignado a la 50ª División sonrió discretamente cuando vio a un oficial de alto rango, sentado majestuosamente en su jeep, ponerse hecho una furia al ver que los soldados se ponían a vomitar hacia el lado de barlovento y que el resultado de su incontinencia le caía a él encima. Las consecuencias del mareo, sin embargo, no tendrían nada de gracioso. Cuando llegaron a las playas, los hombres se encontraban agotados."

Antony Beevor. El Día D. Editorial Crítica.

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