Un mundo de tontos es aquél en el que sus habitantes se dejan gobernar por individuos que hacen unas leyes contrarias a sus intereses. Qué duda cabe de que vivimos en un mundo de tontos y, para ser más exactos, en un país de tontos. De tontos que se consuelan cada cuatro años pensando que el bolígrafo y los caramelos que el político de turno le dá calma de sobra sus necesidades. Tontos que se creen las mentiras de los que les dirigen, sus buenas palabras o sus caras de pena cuando dicen en una rueda de prensa aséptica que no hay nada más que se pueda a hacer, que no hay alternativa. Tontos que creen precisamente eso, que no hay alternativa. Y más les vale a esos gobernantes que sigamos pensando así, porque el día que descubramos que la alternativa existe ya no los querremos para nada.
En un país de tontos siempre es fácil gobernar. No hace falta hacer buenas políticas, ni siquiera ser buenos economistas. Hasta ahora la política de la zanahoria hacía que los burros no se desviaran del camino. Y los que nos gobiernan se confian, ven que la fuerza civil es cada vez menor, que su iniciativa aunque fuerte en algunos movimientos es del todo insuficiente para acabar con ellos y hacen que den nuevos pasos hacia la sumisión de la población. Y si alguien se desvía (que entre muchos tontos siempre hay alguno que no lo es), un poco de disciplina y asunto zanjado.
Y los civiles, esos hombres y mujeres anónimos sólo para los informativos pero entrañables para su familia y amigos, se hacen cada vez más pequeñitos, cada vez son más sometidos y cada vez quieren hacerlos más y más tontos.
Nuestros derechos van desapareciendo, poco a poco, a trompicones. La famosa clase media que tanto vendió el capitalismo y donde nos quisieron hacer sentirnos cómodos se resquebraja (¡quién fuera clase media!, se oye por las calles) y la tantas veces escuchada distancia entre los ricos y pobres se hace más y más grande. Y mientras los primeros pueden pagarse su sanidad, su educación, su vida en definitiva, los segundos están más y más desprotegidos, apretándolos más en esta olla a vapor en que se esta convirtiendo este país.
La ley de dependencia, algo que tenía que haber existido mucho antes de que fuera tramitada y que realmente nunca llegó a funcionar como tal, va a ser prácticamente desmantelada por el gobierno del Partido Popular. Al PP nunca le han gustado los derechos de la ciudadania, al menos algunos. En especial (y exceptuando aquellos relacionados con la libertad de expresión, de elección, de emancipación) los que suponen un coste al Estado, sobre todo si esto obliga a que los que más poseen tengan que aportar parte de su riqueza para poder realizarlos. Así, la ley de dependencia, cuyo ahorro en el cómputo global para el país será irrisorio, es algo de lo que pueden prescindir por el bien de sus cuenta generales. Algunos de los jerifaltes del Partido se reirían si se les habla de una pensión de 300 euros. Sin embargo, para mucha gente con una alta discapacidad esto supone la diferencia entre poder vivir el mes que viene o tener que salir a la calle a poner la mano.
Poner la mano, salir a pedir... esto ya es harina de otro costal. Porque, ¿qué hay más bonito para un neoliberal que la caridad? Así nos quieren ver, haciendo fila en los comedores sociales o yendo a pedir un paquete de arroz a la puerta de la Iglesia. No temáis, que el neoliberal será generoso en la misa del domingo y gracias a su buen espíritu quizás mañana podáis comer (ya veremos pasado mañana).
Un país de tontos se alegra de la caridad, que es lo más cristiano. Pedid, que ya veremos si se os dá, pero no exijáis lo vuestro, no pidáis un equilibrio, porque eso os convierte en antisistemas y proscritos de la sociedad de buen ver. No queremos caridad, sino justicia: eso convertirá a este país de tontos en un lugar donde sus ciudadanos sean solidarios de verdad, las riquezas sean justamente repartidas y toda esta gentuza que se llena la boca de ideales en los que nunca han creido quedarán relegadas al ostracismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opina lo que quieras, aquí no se censura, sólo se pide educación.