Los millones de parados de este país, los desahuciados, los detenidos por manifestarse pacíficamente y los estafados por bancos y preferentes varias estamos expectantes a que por la chimenea del Vaticano salga un humaco blanco o negro. Es broma, a estas alturas de la película nadie en su sano juicio puede avalar semejante espectáculo, si bien he de reconocer que como amante de la historia ese tufillo teatral colmado de tradiciones milenarias tiene cierta atracción.
La reunión de 115 cardenales para la elección del nuevo Papa es como la reunión de un grupo de empresarios en su club privado de golf, en esos clubs donde tienes que conocer a alguien para entrar y tu visa tiene que ser tan gorda que no entra por el cajero. Recuerdo, no sin cierta añoranza, como en nuestra infancia nos contaban las historias de Jesús y sus discípulos. Leñe, pensabas, esto es ser bueno y lo demás cuento. Cierto es que tampoco uno llegaba a cuestionarse con 10 años qué contaba de verdad y qué de mentira esos libros... pero en cualquier caso ese Nuevo Testamento sigue siendo el mismo hoy que hace varias décadas, y a ese libro dicen dedicarse los paisanos que andan ahora en Roma metidos en la Capilla Sixtina (ahí sí que me dan envidia, no voy a negarlo).
Cuesta mucho (y hay que hacer un ejercicio mayor de credulidad que el que ya de por sí exige la Biblia) asociar a estos cardenales con los ideales que el Nuevo Testamento predica. Pobreza, humildad, entrega, es algo que, salvo los acólitos más entregados a la causa, el resto de los mortales no nos creemos. La elección del rey del Vaticano, o próximo Papa, no es otra cosa que un espectáculo degradante para una religión que debería de predicar con la pobreza, pero cuyos elementos más fanáticos son millonarios de agrupaciones ultracatólicas que copan los principales puestos políticos y económicos de éste y otros países.
Fumata que muchos esperamos se produzca pronto en las calles
No caeré en el manido discurso de que el Estado Vaticano debería de vender sus obras de arte para dar de comer a los pobres. Desde luego su banco sí que debería de trabajar por los pobres, pero un banco que trabaje por los pobres es como querer que una licorería trabaje por los alcohólicos, algo del todo imposible. Y así tenemos un estado podrido de dinero, con sus familias de poder, con su pompa y boato, con su corrupción... si Cristo viniera a la tierra vería que de nuevo han transformado su templo en un mercado, que lo han llenado de usureros que se perpetuan a lo largo de los siglos en nombre de unas ideas que predican, sí, pero que no cumplen. Y así nos enteramos, en palabras de El Correo del día de ayer, que la casulla que el nuevo Papa vestirá costará 2000 €, que su mitra rondará los 500 € y que por su alba apoquinará 800 € más. Bendito sea el dinero, porque el nos hará libres.
Retiro lo del club privado de golf. Seguro que en estos lugares no hay ni dios que se gaste 2000 € en un polo Ralph Lauren.
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