Hoy y ayer las clases dominantes han querido siempre imponer ese concepto inventado de patria como emblema para que el pueblo se deje someter. La patria como algo idílico, intangible, por el que hay que dar la vida, trabajar de sol a sol o perder a los seres queridos.
Hoy, como ayer, aquellos que más se han vanagloriado de ser patriotas son los que más han traicionado a "su patria". En la imagen (pinchar para verla más grande), perteneciente a El Heraldo alavés, con fecha 6 de enero de 1921, evitar ir a la guerra en Marruecos, esa misma guerra que gobierno y clases pudientes se empeñaban en mantener, era cuestión de pesetas: si se acudía antes del sorteo, evitar el marrón a los mozos de 1920 costaba 450 pesetas; 250 pesetas si se era de 1921. Eso era lo que costaba evitar una aventura africana llena de penurias y con muchas de posibilidades de estirar la pata. Pero claro, semejante cantidad de pasta sólo la podían apoquinar los hijos de papá. De papá rico, se entiende. Así que nos vemos con que la casta alta de este país evitaba que sus infantes murieran en una guerra estúpida de la que ellos eran los principales defensores.
Hoy, como ayer, volvemos a ver actitudes de este tipo. Se nos pide sacrificio, incineran los servicios públicos al grito de que son necesarios los recortes y nuevamente vemos lo mismo: como los que manejan la peseta (perdón, el euro) se libran de esos recortes, pudiendo acceder a una educación elitista, a una sanidad sin límites y a unos servicios privados que suplan la deficiencia de los públicos. Desde los medios de descomunicación patrioteros, esa gente que se abre la camisa pidiendo esos sacrificios son los mismos que tienen los bolsillos llenos, que envían su dinero a paraísos fiscales y cuyos hijos van a escuelas privadas mientras defienden los recortes en educación. Hoy como ayer, la patria es un invento rentable para unos pocos, y la ruina para el resto.
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